La nueva película de Luca Guadagnino, Challengers (2024), construye un ritmo vertiginoso y vigorizante para presentar el partido final entre Art Donaldson (Mike Faist) y Patrick Zweig (Josh O’Connor), dos ex-mejores amigos y compañeros de tenis, ahora convertidos en rivales por el amor de Tashi Duncan (Zendaya). A través de una estructura con flashbacks nos lleva a la cuenta regresiva del match point, donde está en juego mucho más que un título de Desafiantes.
Amor, desilusión, amistad y sensualidad son parte del torbellino de sensaciones al que nos lleva la película. Debo decir que más allá de la cultura del thirst trap y lo vendido en el avance –que no me malentiendan, cumple todo lo prometido– lo sensorial también se muestra en la parte formal del filme; se logra todo un aspecto sensible a través de la música, el emplazamiento de la cámara subjetiva y el montaje con momentos de contemplación interrumpidos abruptamente por cortes directos. Todo esto crea una sensación donde el filme respira y la tensión se acumula.
Sinceramente, me hubiera encantado estar en el lugar donde hicieron el pitch del filme. Es un triángulo amoroso, donde los tres protagonistas tienen su propia redención, pero, ante todo, es una película deportiva. Luca Guadagnino ha ido cosechando trabajos y éxitos en Hollywood, desde Call me by your Name (2017) y su más reciente en 2022, Bones and all (ambas protagonizadas por Timothée Chalamet), ha demostrado que sabe hacer alianzas y que es un director innovador. No sólo se ha mantenido vigente en una de las industrias más mutables del mundo, sino que en este proyecto tiene actores de primer nivel y a una de ellas, Zendaya, como su productora.
Poner fuera lo que está adentro
Una de mis cosas favoritas de la película es su capacidad de convertir en imágenes y atmósferas el mundo interior de los personajes; ya sea con la elección de vestuario para delimitar la temporalidad y cambios de personalidad (a cargo del diseñador Jonathan Anderson, quien es el director creativo de Loewe). Respecto a ello, Josh O’connor declaró en una entrevista con Rolling Stone «Jonathan me estaba vistiendo con shorts cortos, y no puedes usar shorts cortos y actuar tímidamente. Tienes que estar comprometido»
O por otro lado, los sets para hablar acerca del espacio público y privado en la cancha y en la cama: durante los 131 minutos de la película se crea un sistema de imágenes claro y casi obvio, que funciona sin contratiempos. Tiene sus momentos más inspirados en la tormenta un día antes de la final, en las habitaciones de hotel del pasado y la actualidad, así como los momentos luminosos y trágicos en los múltiples juegos de tenis.
Estos elementos nos permiten aventurarnos en el mundo glamuroso e implacable que es el tenis profesional. De hecho, Challenger es un tipo de torneo donde inician los tenistas profesionales, es una entrada a los torneos de mayor nivel como Wimbledon o el Abierto de Francia. Los challengers son considerados “las ligas menores” del tenis, donde jóvenes inexpertos con sueños de convertirse en profesionales, jugadores profesionales en decadencia (y todo lo que está en medio), se juntan, dando un espíritu más abierto, lúdico y cruel. Justo como el espíritu que anima a nuestros tres protagonistas.
Un ménage à trois emocional
¿Hay algo más bello que el primer amor adolescente? ¿Esa infatuación terrible que nos hace capaces de llenar diarios con la idealización del otro? Sí, quizás algo igual de trascendental: el afecto que tienes con tu mejor amigo de toda la vida; como diría Junior H “No es mi hermano de sangre, pero demostró lealtad…” hasta que no.
La dinámica de los tres personajes es fabulosa, no solo tenemos a Tashi despiadada, letal y hermosa. Inalcanzable y brillante desde un primer momento, contrapuesta a la profunda amistad que se tienen Art y Patrick. Han vivido juntos, juegan dobles juntos y se enfrentan para ganar el amor de Tashi. Al principio, en la ya famosa secuencia donde dan un beso de tres y descubrimos la intimidad creada por los personajes.
No hay escenas sexuales realmente, solo innuendos, sugerencias o secuelas. La acción en sí no se muestra, esto acentúa la tensión, nos deja deseando un poco más. No olvidemos que es un film B15. Pero se permite derroches sinceros, pieles eternamente brillantes, un sudor extático y perenne.
La increíble química desplegada entre los tres personajes y la relación que se ha desarrollado entre ellos durante 17 años hace que el clímax sea insuperable. Todo cae en su lugar. Entendemos su sentir. Nos deja como Tashi, gritando “let’s fucking go”, ya que nosotros también hemos sido hechizados y podemos decir “carajo, sí es cine”.
